A pesar de los esfuerzos y reclamos de ciertas entidades públicas y privadas, la ciudadanía debe actuar como señalar a quienes perjudican de manera casi irreversible a las siguientes generaciones, entre otras medidas.
Como la indiferencia campea y nadie osa enfrentar el problema, sorprende gratamente la iniciativa de colegios, la Iglesia Católica, comunidades y otros grupos sociales a fin de que los niños y adolescentes sean concientizados y prevenidos de los inmensos peligros a que se exponen si consumen estas sustancias y de las secuelas dejadas por estos elementos nocivos como la adicción que produce.
En tal sentido, padres de familia, consejeros religiosos, profesores, policías, personal médico,etc. , todos debemos unirse en una gran cruzada para evitar que esta lacra se siga difundiendo en nuestras ciudades.
Todo tipo de accion y de esfuerzos han de ser aplaudidos y no hay que tomarlas como perdida de tiempo. Mientras mas demoremos en enfrentarla, otros seguirán lucrando a costa de las vidas de muchos. Y no podemos acabar derrotados.
¡No esperemos enterarnos de que uno de nuestros hijos esté involucrado para recién reaccionar!