6/15/2013

Reflexión sobre Autoridad y Libertad

Reflexionar sobre la autoridad de los padres y el derecho a la libertad de los hijos, siempre es una tarea necesaria e irrenunciable para ellos, pero más aún para los docentes quienes tienen la oportunidad de aportar en la formación integral de los niños y adolescentes. Pensar en las posibilidades de perfilar adecuadamente la personalidad de los estudiantes requiere de la tarea educadora de los progenitores: Los adultos somos los guías en los actos libres y responsables de los menores de edad, aunque a ellos no comprendan en principio el beneficio a largo plazo del ejercicio democrático de la autoridad.
 
En las sesiones de clase, la educación brindada apunta a la mejora paulatinamente y duradera de los futuros ciudadanos, pero, entre otros asuntos, promover la libertad obliga a que los estudiantes aprendan también la correspondiente responsabilidad, ante los efectos negativos y positivos de sus actos. Una mejora parcial, sin rumbo y, peor aun, sin compromiso, no alcanza a formar a la persona en su conjunto, y aspectos esenciales como la libertad no pueden ser tratados con ligereza.
 
En varias oportunidades, la labor docente que realizo me lleva a ser exigente con la disciplina en el aula, sin embargo debo reconocer que es necesario apelar a que el estudiante reflexione de sus actos -en vez de sancionarlos- para que decida libremente a mejorar su conducta en aula; si ello implica volver a plantearle una nueva reflexión, mi autoridad como docente no se reduce, al contrario se diversifica para postular a otras alternativas asertivas de mejora del clima en el aula: Es más, con el paso de los meses y años, el alumno te señala como un adulto que contribuyó en su formación integral.
 
La autoridad del docente no solo es aplicación irrestricta del poder, sino sobretodo en ofrecerse como agente atento y dispuesto a ayudar al estudiante que se educa en conocimientos, capacidades y mucho más en valores democráticos. La labor docente debe ser siempre vista como un servicio a forjar el ejercicio pertinente y responsable de sus actos libres para sí y en sus relaciones con otros; de esta manera, se conforman como personas cada vez más autónomas, libres en determinar su propio proyecto de vida. El docente, en el ejercicio pleno de su autoridad, los encamina a seguir superando las limitaciones y ampliar sus posibilidades y potencialidades mentales y volitivas.
 
Finalmente, educar la libertad de nuestros estudiantes nos lleva a impartir a sus padres las herramientas y estrategias necesarias para que también en casa vayan a fomentar una mayor autonomía y formación de la toma de decisiones, implícitamente presente en el quehacer cotidiano de los niños y adolescentes.

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